Mira que habrá mesones en Jerez, pero sin embargo, sólo una calle se le conoce como Mesones y circunstancias de la vida – precisamente- en esa misma calle no hay ningún mesón. Lo que existen son Tabancos y justo hoy, estamos ante uno de estos establecimientos que encima da nombre a la calle.
Al entrar, nos sentamos en una de las banquetas al lado de la puerta de entrada, nos acoplamos y pedimos refrigerio. Vanessa Muñoz -siempre con una sonrisa- nos expende una copa de Oloroso a temperatura ambiente, como al que escribe le gusta. ‘Buchito’ al Jerez y comenzamos el ritual. El Tabanco Mesones es un lugar castizo, enmarcado dentro del centro histórico, a pocos metros del bullicio de la plaza de Abasto y la calle Larga, arteria principal de Jerez.
Lo que primeramente nos llama la atención es la forma de la barra, que recorre casi todo el establecimiento. A un lado – junto al servicio- encontramos unas mesas frente a un gran espejo, justo en esas mesas más de un ‘tocaor’ a afinado las cuerdas de su guitarra, para darle ‘el toque’ a un buen ‘cantaor’ o ‘cantaora’ que se entona por bulerías tras un sorbo de vino de Jerez. Son rincones con magia, duende como le llaman la gente de Santiago o San Miguel.
El establecimiento tiene un encanto especial de visita obligada, no ya por sus buenos vinos a granel y primeras marcas, sino por el trato y el ambiente plural que se respira.
“Para llegar a ser torero, hay que tener padrino” comenta un parroquiano, al cual se le responde con arte desde el otro lado de la barra “Yo zoy de Santiago, por lo menos Bautizao… ¡Mira como toco las palmas!” Toc tocotó tocotó tocotó Toc toh. Pego otro sorbo y me percato que se entonan por fandango ¡De arte niño! y espontaneo, como la vida misma. En ese instante, Vanessa nos ‘pone’ unos altramuces aliñados por ella… una auténtica delicia -sin duda- que haya sitios en esta ciudad donde una pequeña chispa te saque una sonrisa.