Si te gusta el Arte y el Vino de Jerez, tienes que visitar Bodegas Tradición. Si ya lo has hecho sabrás de lo que te hablo.
La bodega, ubicada en calle Cordobeses 3, expone al público una selección de las más de 300 obras, comprendidas entre los siglos XV y XIX, propiedad de la Colección de Arte Joaquín y Helena Rivero.
Una de las mejores pinacotecas de Andalucía y la única en el mundo, donde podemos pasear por la Historia del Arte española de la mano de Zurbarán, Velázquez, Goya, Valdés Leal, Madrazo o Sorolla, con una copa de Jerez V.O.R.S. Palo Cortado Tradición en la mano.
Aunque he de confesar que fui a verlo a él, al bandolero que te mira desde su esquina, con su chaleco bordado de flores y capa lavanda al hombro. Obra Romántica de Jiménez Aranda.
José Jiménez Aranda obtuvo en vida una mención honorífica en las Nacionales de Bellas Artes de 1864 y 1866; dos terceras medallas en las ediciones de 1871 y 1878; medalla de honor en la Exposición Internacional de Múnich de 1883; la primera medalla de la Exposición Nacional de Bellas Artes de 1890; nombrado Comendador de la Orden de Isabel la Católica, profesor y presidente de la Real Academia de Bellas Artes de Santa Isabel de Hungría de Sevilla…
Joaquín Sorolla lo calificaría como “gran maestro en pintura”… y en Jerez no hay ningún reconocimiento público, nombre de calle, glorieta o placa conmemorativa por haber estado y trabajado en la ciudad… como siempre, una verdadera pena, como siempre, la cultura olvidada.
José Jiménez Aranda (Sevilla 1837, ibídem 1903)
José Jiménez Aranda nace en Sevilla, el 7 de febrero de 1837. Desde niño, muestra una especial sensibilidad por la pintura y el dibujo, por lo que sus padres deciden matricularlo en la escuela de Bellas Artes a la edad de 14 años.
Durante esta primera etapa de formación, es alumno de los principales exponentes del Romanticismo en la capital hispalense; Eduardo Cano, Antonio Cabral y Manuel Barrón. En ella, mejora su talento para el dibujo del natural y revela sus cualidades como pintor de proyección internacional.
Su origen modesto, hace que tenga que alternar sus estudios con el trabajo de litógrafo en una imprenta.
A finales de 1867 se traslada de Sevilla a Jerez de la Frontera con motivo de un contrato para el diseño de las vidrieras de la iglesia de San Miguel, donde también ejerce de restaurador de aquellas que se encontraban en mal estado de conservación.
Durante su estancia en Jerez, estrecha lazos con la emergente burguesía bodeguera de la ciudad, realizando numerosos encargos para las familias más importantes, con los que consigue mejorar su estabilidad económica. Tal y como indica Enrique Valdivieso González, “entre sus primeras obras, realizadas en Jerez y expuestas en Madrid destacan La hija del preso y La Huérfana, de las cuales emana un marcado hálito romántico. Igualmente en este período jerezano realizó algún retrato notable, como los de Don José Esteve y Doña María Antonia López”.
Un año más tarde, contrae matrimonio con una jerezana y viaja varias veces a Madrid, con el fin de darse a conocer a nivel nacional.
En la capital, además de participar en varias exposiciones, estudia las obras expuestas en el Museo del Prado, centrándose principalmente en aquellos pintores más afines a su estilo, como Velázquez o Goya.
En 1869 regresa a Sevilla, donde se centra en preparar su primera aventura artística, un viaje a Italia junto a toda su familia y su amigo, el también pintor José García Ramos. Dos años más tarde, se instala en Roma para mejora su técnica y ampliar conocimientos en arte. Allí coincide con el célebre pintor español Mariano Fortuny, de quien se hace amigo y fiel admirador de su estilo.
En su etapa italiana desarrolla la “pintura de casacones”, con escenas costumbristas sobre la vida cotidiana y corte historicista ambientadas en el siglo XVIII. A pesar de la trivialidad de este tipo de pinturas, Aranda demuestra su gran maestría como dibujante para describir las expresiones de los personajes y el virtuoso dominio del color.
En los cuatro años que permanece en la capital italiana, alcanza su madurez como artista tras lo que decide volver a Sevilla, donde es recibido con honores, siendo nombrado académico de Bellas Artes de San Carlos.
En 1881 viaja a París, para vivir durante nueve años trabajando en pinturas del mismo género que venía desarrollando desde su etapa italiana, con las que consigue hacerse célebre en los círculos de arte. El auge de la pintura impresionista y creciente compromiso social, hace que sus ventas y encargos decaigan por lo que decide regresar a Madrid en 1891, donde evoluciona hacia una nueva concepción de su pintura, de corte realista y protagonizada por las clases sociales más humildes.
Con la muerte de su esposa y una de sus hijas un año después, decide volver a su ciudad natal, donde continúa pintando y dando clases en la escuela de Bellas Artes hasta los últimos años de su vida, falleciendo en 1903 a la edad de 66 años.
El Guardacantón (¿1878?)
El Guardacantón es la única obra de Aranda expuesta en la galería de arte de la bodega en Jerez.
Es una pintura al óleo, en la que vemos retratado a un bandolero dieciochesco que desafiante, mira al espectador mientras se apoya en la esquina de una calle. La composición, detalles y colorido, están ejecutados con una técnica impecable, que merece la pena admirar de cerca.
Con mucha probabilidad, el lienzo es pintado en torno a 1878 en Sevilla, año en el que participa en las Exposiciones Nacionales de Bellas Artes, y por el que es premiado con la tercera Medalla de Honor.
Su título - Guardacantón - hace referencia a los postes de piedra que se colocan en las esquinas de las casas para resguardarlas del roce de los vehículos. Quizás en el cuadro, Aranda interprete a un personaje famoso de su época apodado con este hombre, o por contra, quiere representar al típico bandolero andaluz, al que pone un mote de forma irónica. Nunca podremos saberlo.
Lo que sí es cierto, es que esta pintura es uno de los grandes exponentes del género romántico que tenemos en Jerez. Una visión idealizada de Andalucía, que se exporta fuera de nuestras fronteras y que desfigura por completo la sociedad sevillana del XIX, donde este tipo de vestimentas de corte goyesco, están en desuso.