Son las siete y media de la mañana y el olor a amontillado es intenso en la bodega la Constancia de González Byass, el sol aparece sutilmente despertando el cantar de los mirlos, gorriones y jilgueros que sobrevuelan nerviosamente entre las parras. Escuchándose desde la calle Ciegos a través de las ventanas de la bodega. El silencio se interrumpe solo al descorchar la corcha de bojo con su clavo, colocarla boca arriba detrás del registro e introducir la venencia con un solo golpe para oír un ¡Plof!. Así es como habla el amontillado de la segunda pierna de la solera de Viña AB.
Al sacar la Venecia con sumo cuidado, percibe la pequeña y frágil línea de flor marcada en el vástago, un trazo definido magistralmente por Antonio Flores como “el equilibrio entre la vida y la muerte”. En una mano un jarrillo y en la otra la venencia, Genaro Benítez va sacando las muestras en conjunto de las soleras, sin saberlo todavía, esa faena ‘a pie de bota’ lo convertirá en uno de los mejores venenciadores que haya dado Jerez.
La Venencia
La venencia es el instrumento que da nombre al oficio de venenciador, la cual es una faena más de los denominados arrumbadores de bodegas. Normalmente “se utiliza como instrumento de trabajo a la hora de sacar muestras individuales –botas seleccionadas- o en conjunto –un número indeterminados de botas-” nos señala Genaro Benítez Gil venenciador* de la casa bodeguera de González Byass. En las toma de muestras es donde se forjaban los venenciadores, donde iban poco a poco adquiriendo destreza y habilidad. “A la hora de la selección de las botas que contenían los diferentes mostos y que según el enólogo (por entonces D. Miguel Flores) clasificaba para destinarlo a las diferentes gamas de jereces” . Justo en lo que denominamos en el acervo de bodega ‘A pie de bota’ se debía de venenciar, que al fin y al cabo es la labor de oxigenar el vino, con la finalidad de romper en el catavino y poder adquirir los matices que se buscan, para examinar esas cualidades organolépticas deseadas y propiciar una correcta clasificación.
Por tanto el venenciador se hace en una bodega, “esa es la pureza”, el contacto con el vino es fundamental para saber cómo escanciar los distintos tipos de Jerez. “No es lo mismo venenciar un fino donde se tiene que abrir la flor a un oloroso que tiene una crianza oxidativa y por tanto no tiene levaduras”.
Un inciso, las venencias jerezanas y portuenses se distinguen en tres partes, el cubilete o recipiente, el vástago y el gancho. Mientras, en la vecina localidad de Sanlúcar de Barrameda se conserva tradicionalmente la denominada ‘caña’, de una única pieza y de forma similar a la venencia. “Antiguamente el cubilete y el gancho era de latón y normalmente lo fabricaba el latero que trabajaba en la bodega”, también las había de plata y más tarde hasta nuestros días de acero inoxidable. Sin embargo, la historia del vástago ha sido más relevante, ya que dependiendo del material daba más rigidez o mayor flexibilidad al movimiento de la venencia.
El vástago es el volante de la venencia, y uno de los más usados entonces y de mayor valor eran lo de cartílago de ballena (también denominados bigotes de ballena), aunque también se realizaban con una planta cactácea disecada que daba la rigidez que el venenciador quería.
Hoy en día mayormente son de plástico y aunque la forma es la misma se ha perdido rigidez a la hora de venenciar simplemente por el material.
La Importancia de tener una gran Venencia
José Ortega, más conocido como Pepe Ortega fue uno de los venenciadores más conocidos y afamados del Marco de Jerez. Su estilo característico hizo que dominara el llamado “Latigazo” de manera asombrosa. “El latigazo es lanzar el vino con fuerza, altura y rigidez para que rompa en la copa y sea el objetivo del enólogo de oler las características del Jerez que posee en la mano”, nos afirma Genaro. La venencia tiene que ser precisa y Genaro Benítez con constancia y buen robo de vista pudo dominar esta técnica a la perfección.
“Pepe Ortega tenía la jornada partida” nos cuenta Benítez con nostalgia y algo de picaresca en sus ojos. “Yo tenía la jornada completa y lo observaba venenciar” sobre todo en la tercera plata de la Gran Bodega, cuanto Ortega venenciaba en degustación a los turistas y Genaro realizaba la toma de muestra para analizar la siguiente saca. Justo ahí, y a través del abra de las botas en la misma escala divisaba el estilo y sobre todo la magnífica venencia de José Ortega.
“Cuando Pepe Ortega se iba por su horario partido, yo cogía su venencia y practicaba con ella en mi tajo posibilitándome un estilo más rígido y personal”. “De hecho” prosigue Genaro “Pepe Ortega decía que si en Jerez había alguien que venenciara como él, el mismo le daría su venencia”. Y Genaro muy cauto no quería que esa joya saliese de la casa de González Byass y para ello “debía de dominar ese estilo con práctica y ser digno sucesor de ella”.
Pero como a todo ratón (así es como se conoce a los picaros entre los arrumbadores de Gonzalez Byass). “Un día que estaba ensayando con la venencia de Pepe Ortega sacando las muestras pertinentes de mi faena, este vino un poco antes y me cogió con las manos en la masa” allí se formaría la de San Quintín… “una de escándalo Francisco” nos contesta sonrientemente Genaro. “ Me dijo que su venencia era sagrada”, a raíz de ahí Benítez mandó hacer una nueva venencia que tuviese las mismas medidas que la de Ortega, cuyo cubilete tuviese las medidas de 50 cl y el vástago fuese parecido a la rigidez del maestro.
En este caso, el vástago sería de una planta de una familia del cactus disecado que le daba la rigidez deseada, parecido al de bigote de ballena que poseía Pepe Ortega, la venencia se la realizó el entonces latero de González Byass Joaquín Barranco. Este momento marcaría un punto de inflexión en la vida profesional de Genaro.
El Comienzo
Todo tiene un comienzo, y para Genaro su primer contacto con la bodega llegó a la temprana edad de los 14 años, justamente un martes 14 de Julio de 1969. En González Byass se empezaba como botones para aprender la disciplina de la empresa, y pisar tanto las oficinas como la bodega. “Eran otros tiempos dado que existía la costumbre de dar preferencia a los hijos de los trabajadores para entrar en la bodega, con 14 años se entraba de botones y si seguías estudiando se podría optar a empleado o entrar en las oficinas” . Aunque también estaba la posibilidad de entrar en bodega y embotellado.
“La pureza debe de existir, un venenciador tiene que conocer la materia prima para realizar su labor comercial”
Su padre que trabajaba en lo que se denomina el frío, le inculcó el trabajo en la bodega y los vinos de Jerez desde pequeño, gracias a las extensas tertulias que pudo disfrutar hasta su temprano fallecimiento. Por entonces, Genaro era joven y poco a poco se fue refugiando en la figura de su maestro Pepe Ortega que le llamaba “Mi niño venenciador”.
Con 19 años le propusieron coger la alternativa de José Ortega ya que el gran venenciador, su maestro, se jubilaba. Le dieron dos noticias, una buena y otra mala. “ La buena noticia fue que habían propuesto que recogiera la alternativa de Pepe Ortega y para ello fui elegido entre seiscientas personas, la mala noticia es que si aceptaba ser venenciador oficial de González Byass tendría que estar fuera de casa y lejos de la familia”. Aceptó la alternativa y el gran maestro Pepe Ortega le entregó su venencia al ser su digno sucesor.
Embajadores del Jerez
El venenciador pasó de ser una faena más de bodega a todo un derroche de arte, jerezanía y duende. Tras los precursores como Julio Delgado de Domecq, el Niño López de Williams & Humbert, Pepe Ortega o Paco Herrera las bodegas tomaron a estos profesionales como un medio promocional de sus vinos.
Genaro siguió la senda que le marcó su maestro Ortega, “nosotros teníamos que llegar donde hubiese una botella de Tío Pepe” y sinceramente, la casa González Byass siempre ha procurado tener sus productos muy bien distribuidos, sobre todo su buque insignia Fino Tío Pepe, la marca de Jerez más admirada en el mundo.
Las bodegas comenzaron a impulsar a los venenciadores como escaparate, su llamativo escanciado en un catavino jerezano llamaba la atención de los que se acercaban a estas ferias nacionales e internacionales. Hubo un ‘boom’ tan grande, sobre todo en los años 70 y 80 que algunas bodegas llegaron a tener hasta siete venenciadores oficiales.
Genaro fue uno de esos venenciadores el cual destacaba por el dominio del “Latigazo”, su estampa no sólo representaba a la Casa González que tan orgullosamente ha defendido siempre, si no también simbolizaba al Jerez y a Jerez. Figuras como él merecen una placa o incluso un monumento porque constituye la viva estampa de Jerez y su Marco. Un compañero arrumbador como Manuel Neira lo definía claramente como «el Fred Astaire de la venencia», al son del ritmo y el compás que sólo Genaro sabía marcar.
Genaro Benítez ha defendido el Jerez por los cinco continentes, blandiendo su venencia para repartir alegría, sonrisas y soleras, de su sol de Andalucía embotellado y oxigenado al momento por él. Sonrisas que ha arrancado elegantemente a los monarcas Juan Carlos I y Felipe VI, este último en las Olimpiadas de Barcelona 92. E incluso a venenciado en la Película “La Lola se va a los Puertos” con Rocío Jurado y Paco Rabal representando a los vinos de Jerez pero siempre con su Tío Pepe por bandera.
Su silueta quedará siempre en nuestras retinas, su clase y elegancia. La defensa de los Vinos de Jerez por todo el mundo ha sido incalculable, además en el arte del copeo que tanto hemos defendido (siempre con moderación) en La Sacristía del Caminante, Genaro Benítez Gil es de Oloroso, su Jerez. El generoso que inspira y deleita con esa crianza oxidativa, con cuerpo, añejo. Parafraseando a Genaro “soy de una copa de *Jerez a las 12 en vez de 12 a la una”. Ahí es donde se expresa la pureza que debe de existir en un venenciador, el pie de bota.
Comprender “el equilibrio entre la vida y la muerte” entre la crianza biológica y la oxidativa para valorar el trabajo que realizas y dar a conocer al mundo, que un hombre de bodega con una venencia, te realice un latigazo en Japón como si estuviese en plena toma de muestra en la bodega de la Constancia de la Casa jerezana de Gonzalez Byass.
*venenciador aunque inactivo por jubilación siempre será considerado como todos los jubilados y personal de bodega ha marcado su oficio.
*Escribimos el Jerez en mayúscula porque creemos que es así como se debe de escribir desde que empezamos con La Sacristía del Caminante en 2013.