Cuenta la leyenda, que en otra tierra de vinos en las cercanías de Clavijo (la Rioja), concretamente en el año 884, al rey Ramiro I de Asturias, se le presentó el apóstol Santiago en sus sueños antes de la batalla, para decirle que lucharía junto a su lado y le daría la victoria.
Resumimos brevemente, las hordas musulmanas eran muy superiores en número. El rey Ramiro I confiado por la visita del Apóstol, arengó a sus tropas y les dio la confianza suficiente para vencer al gran ejército del Califa de Córdoba Abderramán II. Si ganaban esa batalla no volverían a pagar tributos a los emires que acosaban sus tierras, donde iban incluidas el ‘regalo’ de las cien doncellas vírgenes.
«Se compraron armas y ropajes para los figurantes que encarnarían a los musulmanes, para ello se recurrió a algunos arrumbadores de González Byass».
En ese mismo momento y en plena proclama, un caballero montado en un corcel blanco y con una gran bandera con el emblema de Santiago apareció de la nada. Y al grito de guerra ¡Santiago y cierra España! Las huestes cristianas se abalanzaron “a grito pelao” hacia el enemigo. La carga fue descomunal (a lo Gandalf en el abismo de Helm de J.R.R Tolkien), con Santiago ‘Matamoros’ al frente blandiendo su sagrada espada. Desconcertando de una manera brutal a las primeras filas musulmanas y arrastrando a las filas andalusíes a una autentica masacre.
Hoy en día se sabe que esa batalla ocurrió, y muchas crónicas fueron recogidas seguramente por el arzobispo Rodrigo Jiménez de Rada, donde se necesitaría un revisionismo histórico para incidir más en la historia real que en la leyenda, pero no vamos a entrar ahí.
Nuestra breve introducción se debe a un famoso lienzo muy conocido por las jerezanas y jerezanos, que se encuentra justo encima del dintel de la puerta principal de la iglesia de Santiago. Este impresionante cuadro es obra del pintor sevillano José Rodríguez de Losada. Afincado en Jerez, su obra es totalmente historicista y representa a la batalla de Clavijo, según el estudio de Juan de La Plata “Dicho cuadro tiene por medidas ocho metros con ochenta centímetros de altura por cinco con setenta de ancho, con moldura colosal, tallada y dorada y un peso superior a los mil kilos.”
A mediados del siglo pasado hubo un derrumbe en una de las cubiertas de la Iglesia, quedando el cuadro en manos de las inclemencias del tiempo y los excrementos de las palomas, aun así, el arte siempre resiste ante las acometidas de los incompetentes y el cuadro pudo ser ‘restaurado’ o, en este caso, repintado por el artista jerezano Jesús González Ramírez. Labor que se realizó debido a su gran tamaño en una nave de la desaparecida ‘Estación de pequeña Velocidad’, al final de la calle Medina, y que una vez finalizada, hizo falta hasta veinte hombre para su traslado y la posterior colocación en su vetusto marco, por un sistema de andamiajes.
El cuadro fue encargado por Manuel Cripúsculo González de Soto y su esposa, Doña María de Agreda y donado a la iglesia de Santiago el 25 de Julio -día del patrón de España- en el año 1897. Justamente, un año después de la muerte de su autor José María Rodríguez de Losada (1896).
Manuel González de Soto, bodeguero hijo de Manuel María González Ángel, representaba la segunda generación de la actual Casa González Byass y con título de primer Marqués de Bonanza, encargó este inmenso cuadro como un reto personal en su mecenazgo de obras pictóricas. Compró armas y ropajes para los figurantes que encarnarían a los musulmanes, para ello se recurrió a algunos arrumbadores de González Byass. Un detalle muy bodeguero en un cuadro único en Jerez, que fue donado a una iglesia donde recordamos; también descansan los restos de Manuel González de Soto, I Marqués de Bonanza. Donde ni siquiera existe una placa en este suelo sagrado para indicar el lugar de su descanso eterno.