Pues el X Salón Vinoble tocaba ayer a su fin. Ha sido una cita sin duda marcada por el protagonismo de los jóvenes enólogos del Marco de Jerez que reclaman una vuelta a la viña como principal seña de identidad de los vinos de la comarca, con distintas propuestas que están en la denominación de origen (D.O.), algunas lo harán más pronto que tarde y otras cuyo futuro está en el aire. Ayer mismo, Willy Pérez y Ramiro Ibáñez, dos de los jóvenes enólogos ‘agitadores’, proponían un último paseo por las albarizas y los viñedos del Marco en una de las catas de la mezquita con vinos ‘nuevos’ y vinos de ‘siempre’ (original su idea de hacer llegar a los participantes en la cata tierra de cada uno de los pagos que se citaron). Durante los tres días de la cita, Territorio Albariza, el expositor en el que se podían degustar buena parte de estas propuestas, ha estado a rebosar por curiosos que querían conocer, entre otros, vinos como ‘Mirabrás’, de Barbadillo, un vino blanco con crianza biológica elaborado a partir de uvas de un viñedo muy viejo en Santa Lucía (cerca de Gibalbín); las sorprendentes manzanillas de añada que elabora La Callejuela o los blancos de pago de Forlong, solo por citar tres ejemplos muy distintos de lo que allí se podía encontrar. El Consejo Regulador, como ha hecho público, estudia incorporar buena parte de estas experiencias y desde el día de la inauguración de Vinoble cuenta con la bendición de la Consejería de Agricultura, que se ha mostrado dispuesta a agilizar al máximo las necesarias modificaciones que habrá que realizar en la normativa de las D.O. Jerez-Xérès-Sherry y Manzanilla-Sanlúcar de Barrameda. La jornada anterior, Eduardo Ojeda (José Estévez, Equipo Navazos) también ofreció una cata comentada en la que el terruño le discutió el protagonismo a la vinificación como eje de los vinos del Marco, dando su propio ‘paseo’ por pagos tan significativos como Miraflores o Macharnudo. Veinte años de historia de Vinoble: qué lejos queda eso de que los vinos de Jerez se hacen (solo) en la bodega…
Bien, a la espera de ver qué ocurre con este tema, que seguro que va a seguir dando mucho que hablar, volvamos al Alcázar. En la cata de despedida desfilaron algunas de las D.O. clásicas de la cita a lo largo de estos años, seleccionadas personalmente por Luis Flor, responsable máximo de la cita, con la presentación final de una añada de veinte años de Williams defendida por la enóloga Paola Medina (otra profesional muy significada entre los nuevos enólogos), de alguna manera conmemorativa precisamente de los veinte años que cumple ya esta cita en el calendario de eventos de Jerez y la enología internacional (todos los años pares desde 1998 excepto en una ocasión por motivos económicos).
Y de la décima edición de Vinoble, ¿qué decir? Es un hecho constatable que la cita se mueve lejos del nivel alcanzado hace tiempo –probablemente de la tercera a la sexta fueron las mejores ediciones- pero es un hecho también que esta cita más pequeña, más económica, se siente razonablemente bien consigo misma. Lejos ya de objetivos de altos vuelos en el calendario internacional, se reconoce como una cita de nivel medio que sin duda resulta atractiva para los compradores, expositores y prensa especializada que sigue apostando por ella cada dos años, como lo demuestra que hay quien lleva ya una semana en Jerez, es decir, para algunos son vacaciones activas o actividad semivacacional, a elegir. Otra cosa es que se quiera defender a capa y espada cosas que, simplemente, no son, como la internacionalidad de la muestra, cuando es constatable que, lejos de expandirse, es menguante. ¿Nadie se acuerda de cuando Oporto venía con su Instituto do Vinho? Eso sí que era representativo. Y hablando de cosas más pequeñas… ¿nadie se acuerda de cuando venía Toni Comacek con sus vinos de Eslovenia una edición tras otra, hasta el punto de que llegó a venir con su hijo de ayudante? ¿Y cuándo expuso una familia de Georgia sus vinos y estuvo a punto de hacer un asado en el patio de San Fernando y de casar a sus hijas, según exageran los más viejos de la cita? ¿Dónde quedan esos vinos, aunque fueran rarezas? ¿Y los americanos, del norte y del sur? Apenas nada de Grecia…
En estas líneas se entiende el esfuerzo que hace el Ayuntamiento por mantener esta cita y que la implicación de otras Administraciones Públicas fluctúa, como la bolsa, en función de la política. Lo que no se entiende, por favor, es cómo se pretende que esas cientos de personas hablen bien de Jerez, de Vinoble, de su ‘marco incomparable’ –en esta caso va por el Alcázar- y a nadie se le haya ocurrido echar unos cuentos capachos de albero en condiciones en el patio. Se sigue fallando en lo más fácil, en cosas de cajón… De todas formas, si esta fuera la de ‘arena’ –perdón por el chiste fácil- también las hubo de cal. Por ejemplo, las catas públicas en la plaza del Arenal, una buena idea que seguro que en próximas ediciones, con un tiempo más normal, son un completo éxito.